miércoles, 22 de febrero de 2012

Te cuento una historia.

Te cuento la historia de un nene que caminaba siempre por su casa.
Él, al no querer nunca invitar amigos a casa, jugaba con cualquier cosa que se le presentase. Su escenario, era el patio. Allí, jugaba con todo, imaginaba con todo, sonreía y reía con todo.
No era un actor, no sabía llegarle al público; ni tenía uno. No contaba cuentos, no leía nada de ningún lado; ni sabía leer. No era un niño, porque no sabía qué eran los niños; ni él se relacionaba mucho con ellos. No era bueno, porque no sabía lo que era; ni sabía que existía diferencia. No era malo, si, por lo mismo; y porque él sabía que no lo era, por alguna razón.
Él, simplemente jugaba y se maravillaba con lo que los juguetes podían hacer. Cosas, que en verdad, él mismo hacía. A veces, los juegos, eran representaciones de la vida diaria. A veces, eran deseos propios. A veces, eran deseos ajenos. El tema, es que él armaba un mundo paralelo de plástico y papel, porque muchas veces los juguetes eran de papel, sí;  que se situaba frente a la puerta de su casa.
Él, nunca pedía juguetes. Lo que se encontrara por casualidad, y pareciera una especie de...algo lindo (y a veces, hasta algo feo), era un juguete.
Él, era, y soy, yo.
Yo, crecí.
Mi escenario, ahora, es el mundo.
Mis juguetes... ya no sé ni dónde están.
Ahora puedo ser más cosas. Puedo ser lo que no era, y seguir siendo lo que sí.
Ahora la vida ya no me trae juguetes para jugar. Me trae cosas que a veces ni entiendo.
Igual, te digo, yo me divierto igual.

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