viernes, 26 de octubre de 2012

Intra natal. (Cuento)


Miraba para abajo, taciturna. Se acomodaba sus desbordantes senos dentro del vestido. El escote dejaba ver sus pechos de embarazada. Creía dejar al resguardo sus exuberantes carnes, pero sólo lograba llamar la atención de los hombres que pasaban. Cada uno que pasaba por allí la miraban jadeante, exhaustos de deseo.
Su vientre, esférico y en punta, vislumbraban una futura y enérgica vida. El vestido sí cubría ese bulto. El vestido sí sentía vergüenza y pudor de esa montaña de vísceras.
Jugaba tiernamente con su mano. Acariciaba una mano con la otra, tornándose cada vez en un movimiento más nervioso – el cual era acompañado, también, por su pie.
Miró la hora, y se dio cuenta que el neonatólogo estaba tardando demasiado. Se puso nerviosa. De un momento a otro, su estómago comenzó a temblar. Su vista se nubló. De repente el espacio se transformó en una sala de tonalidad rojiza. Colgaban del techo tubos de un color aún más oscuro. Sentía una opresión húmeda y perturbadora en el pecho. Ya no se sentía persona: no se sentía mujer, ni se sentía capaz de hilvanar una sola idea. Sus entrañas estaban buscando la libertad hacia el mundo exterior, mientras ella se encontraba alojada en su propio vientre.
Dolor, angustia, sangre, muerte, vida, resurrección, pasajes, iluminación, oscuridad. Un orificio de luz se abrió. Un orificio del cual provenían gritos, y llantos, le dio paso a la esperanza. Se sentía atraída hacia él. Se generó presión en su cabeza, mientras salía de aquél sitio. Aquella sensación pasó por todo su cuerpo hasta que finalmente salió al exterior (al menos, ella lo interpretaba como tal).
Se había dado a luz. Dio a luz. Se dieron a luz.
Fue el natalicio del natalicio, de las que se dieron natalicio. 

sábado, 20 de octubre de 2012

Carolina (Cuento)

Carolina fue dibujada para orientación vocacional. El autor asegura que ella tiene 20 años, que vive en el barrio de la Boca, y que no es muy alta.
A todas las preguntas que le hacen, sólo le gusta responder con un sí o con un no-es por fetiche, en verdad le encanta hablar-. A pesar de eso, si se le habla del clima, adora explayarse en el tema. No se sabe bien porqué.
A ella le gusta mucho bailar, pero sólo baila tango a las 2a.m, Martes y Jueves. Le gusta mucho la murga, pero la falta la ropa necesaria para ello.
No tiene celular, cree que la radio todavía es uno de los inventos más novedosos, y su novio vive en San Juan. No tiene posesiones importantes, pero conserva una colección de lapiceras Bic, superfinas, del año 1999.
No habla inglés, pero aprendió lituano como auto-didacta. No compra tazas para el café, lo toma en vaso. No compra vasos para la bebida, la toma en tazas. No compra copas para el vino, lo toma en cartón.
Cree que los vicios hacen a la personalidad de la persona: no tiene vicios importantes, piensa auto-diagnosticarse baja autoestima en una semana y tres días.
Sueña con viajar a Egipto. Dice que las pirámides le inspiran paz, cosa que no hace el agua, el yoga, o la meditación. Nunca defendió el budismo porque siempre creyó que debía raparse para poder ser una devota del mismo. Nunca le gustó la gente rapada.
A veces piensa que su nombre, Carolina, está tan dibujado como ella. A veces piensa. Sí. Eso. A veces, hace eso.

(Flasheada que se me ocurrió durante un encuentro de orientación vocacional, y me divirtió mucho. Eso, más que nada eso.)