Desayuné la pizza de ayer. Quise leer Cirse, pero no pude. No me podía concentrar. Mi mente divagaba en ochenta cosas distintas. Bah. En ochenta, no. En unas pocas, por no decir: una o dos cosas en especial.
Me levanté de la cama, cerrando mi libro de Cortázar, que ya me ha bancado con mala cara y poca atención; pero que siempre me perdona. Agarré una empanada que me hizo mamá. Me sentía muy lleno ya. Casi hasta el borde de la nausea. Tenía el estómago cerrado.
Se va a abrir. El estómago, ya se me va a abrir. Digo, mamá compró en cantidad de mi chocolate favorito. Hay una docena de empanadas en la mesa. En algún momento, pintará el bajón, digo yo.
Puse enter, y se extendió para abajo el espacio para escribir esta entrada.
Te dejaré con las ganas, blogcim.
Quiero soluciones,
no escribir.
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