sábado, 24 de noviembre de 2012

Esquina, esquina

Me he cansado de esperarte en la esquina de la avenida todas las mañanas. Me cansé. Lo decidí esta mañana al despertar. Me desperté, justamente, para ir a verte. "Ya me cansé", dije, y me di vuelta dentro de la cama.
Seguro que pasaste por ahí, como todas las mañanas. No te pude ver. Es una lástima - sabes bien que me gusta ir a verte. Pero no podía. Mis ánimos no me lo permitían. Te vi. Te vi la otra vez con él. Que sean felices, en serio te digo,. Vos sabes que quiero lo mejor para vos. Ey, no pasa nada. Sabes que no me gusta reclamarte nada.
A la tarde salí a la calle a fumar un pucho. Estaba medio nublado, y el viento me pegaba en la cara. Tendrías que haber estado conmigo. Ese viento, esa brisa, ese mar de recuerdos que chocaba contra mí, contra mis ojos. Esa incontinencia del grito, ese sollozo que guardo en mi garganta. Ella guarece todas mis verdades, mis mentiras, y todas las puteadas que nunca me atreví a decirte.
El pucho se apagó rápido. Más bien, se consumió. Quedé mirando un árbol de jacarandá, al cual le tomé cariño por una profesora de la secundaria. A ella le gustaban. Sí, ya sé que no te importa, nunca te importó nada de lo que te dije.
Me cansé. Me cansé de levantarme todas las mañanas para verte pasar por la vereda de en frente, siempre con esa campera de jean verde, y esos anteojos negros finos. Ya no sé como perder la mirada para que no me percibas - como si lo hicieras, de alguna manera.
La incoherencia de estos hechos, mi mal habla en la cama, mis palpitaciones en esa esquina, la cerveza, la cerveza, mi vieja me llama todas las mañanas, te espero, me canso, la esquina, las canciones que te gustaban, la lista de reproducción que te armé, el pucho que compartimos, la calle, la calle y el viento.
¿Qué? No, ya no te voy a esperar más.

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