martes, 19 de febrero de 2013

gato puerta

Yo, ahora mismo, estoy sentando en el borde de este balcón. Sabes que me dan mucho miedo las alturas. Pero estoy acá para verte. ¡Ah! Ahí te veo un poco.

Estoy casi por caerme del edificio, pero te puedo ver. Vos, como siempre, me saludas, y me ofreces tomar unos mates - no te das cuenta que estoy por caerme siempre que te saludo por el balcón. Muy tímidamente te digo que no, que no puedo, que se me escapa el gato cuando abro la puerta. Te reís. Río también, pero de una forma mucho más tonta, inexperimentada, y melancólica.

Prendés un pucho y me decís que después hablamos, que te llama tu hermano por teléfono - para saber cómo anda, debe ser; se mudo hace poco al departamento. Te saludo de la forma más cariñosa que puedo, tratando de no tirarme hacia un viaje directo al pavimento.

Le rezo a todos los santos que me enseñaron en la primaria y en la catequesis, y trato de pararme normalmente otra vez. Voy con mi gato. Lo miro. Lo miro y le digo que si no se escapara cuando abro la puerta, podría ser feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario